Poco a poco, y aún falta muchísimo para que todos lo asimilemos, nos vamos concienciando de que el alcohol no es un buen acompañante a la hora de coger el coche. Pero ¿qué ocurre con los medicamentos?
Normalmente, no tenemos en cuenta que conducir medicado, aunque sea por una alergia o un resfriado, puede afectar negativamente a nuestra capacidad de conducción. Por poner dos ejemplos, el ibuprofeno causa vértigos con frecuencia, y solo 4 de los 11 principios activos de los antihistamínicos son seguros.
Desde 2012 la ley obliga a que en las cajas de medicamentos que afecten a la conducción deba aparecer un pictograma alertando de este hecho, asemejándose así a la legislación comunitaria. Sin embargo, esta norma no se cumple a rajatabla, llegando a encontrar medicamentos iguales con pictograma o no dependiendo de la marca.
¿Qué efectos pueden esperarse de conducir medicado?
Los principales efectos de la medicación no apropiada para conducir son el efecto sedante (pérdida de atención, somnolencia...), temblores, visión borrosa, alteraciones auditivas (zumbidos, acúfenos...), vértigos y dificultad para percibir la velocidad o reaccionar ante un peligro.
Los antihistamínicos, utilizados para el tratamiento de alergias, suelen provocar un efecto sedante, al igual que los medicamentos contra la ansiedad. Los analgésicos, como la codeína, y los utilizados para tratar la depresión, la hipertensión, la psicosis o el Parkinson también pueden tener efectos negativos.
Por ello, antes de ponerte medicado al volante, lo primero es consultar con el médico o el farmacéutico sobre los posibles efectos secundarios del medicamento que estés tomando, ya que la seguridad vial es responsabilidad de todos. También tendrás que fijarte en el pictograma, pues que no aparezca no implica que no sea peligroso, y leerte el prospecto antes de iniciar el tratamiento.
En caso de accidente pide informes que demuestren un efecto adverso si crees que ha podido ocurrir como consecuencia de un medicamento.