Cuando se compra un coche nuevo, no hay preocupaciones, al menos, durante un tiempo, acerca de las averías que este puede sufrir. No obstante, hay que recordar el viejo dicho de "más vale prevenir que curar" y, por eso, es muy recomendable no saltarse las revisiones, realizar una conducción eficiente y responsable y conocer al máximo el coche, para saber cuándo hay algún aviso que pueda indicar que algo está fallando.
Las averías más caras al volante
Un correcto mantenimiento del vehículo, sea este nuevo o viejo, siempre es fundamental. No obstante, a veces, no hay más remedio que reparar el coche, si este se ve sometido a alguna avería o algún fallo. A continuación, vamos a ver las averías caras más frecuentes, así como si vale la pena o no repararlas:
- En primer lugar, una de las más caras y frecuentes es la rotura o fractura de la junta de la culata. Esta suele estar sometida a mucha presión, pero puede ser, incluso, mayor si hay una fuga en la refrigeración o sometes el coche a demasiados esfuerzos.
- La correa de distribución es otro elemento fundamental del coche. Es esencial revisarla bien, ya que una rotura puede ser fatal y, ante ella, tal vez sea mejor cambiar de coche, pues lo más normal es que se rompa también el motor. Normalmente, suele durar alrededor de 80.000 kilómetros o, aproximadamente, 4 años de vida útil.
- La centralita de los vehículos (sobre todo, en los últimos años, cuando han evolucionado más) también sufre desgaste y puede fallar, llegado un determinado momento. Para salvaguardarla, conviene proteger el coche de la humedad, pues un cambio de esta unidad puede costar alrededor de 1.000 euros.
- La caja de cambios es otro elemento cuya reparación es muy costosa y cuyo mantenimiento depende, en gran medida, de una conducción eficiente. Lo mismo ocurre con el turbo.
