Conducir con el parabrisas dañado representa un grave riesgo tanto para la seguridad del conductor como para el cumplimiento de la normativa vial. Aunque no existe una ley que prohíba expresamente circular con una pequeña fisura en el cristal, el Reglamento General de Circulación exige que la visibilidad del conductor sea óptima.
El artículo 19 del reglamento establece que "la superficie acristalada del vehículo deberá permitir, en todo caso, la visibilidad diáfana del conductor sobre toda la vía por la que circule". Una fisura en el parabrisas, especialmente en el campo de visión directo del conductor, dificulta la percepción de obstáculos y puede desviar la atención, aumentando el riesgo de accidentes, particularmente en condiciones de baja visibilidad o lluvia. En cuanto a la reparación, las fisuras de hasta 2,5 cm de tamaño y que se encuentren a más de 2 cm del borde del cristal pueden ser reparadas sin necesidad de reemplazar el parabrisas. Sin embargo, si el daño es más grave, será necesario cambiar el cristal completo. Además, los daños en el parabrisas pueden ser motivo de desaprobación en la Inspección Técnica de Vehículos (ITV), lo que obligaría a realizar reparaciones antes de pasar nuevamente la revisión. Un parabrisas en mal estado no solo afecta la visibilidad, sino que también compromete la seguridad estructural del vehículo. En caso de colisión, el parabrisas ayuda a retener objetos y absorbe parte de la energía del impacto. Por ello, circular con un parabrisas dañado en el campo de visión puede resultar en una multa de hasta 200 euros, además de la posible inmovilización del vehículo si el daño es grave. Para evitar estos riesgos, realiza revisiones periódicas y repara cualquier daño en el parabrisas con rapidez, especialmente para garantizar la seguridad y superar la ITV sin contratiempos.
