Con la llegada del frío, es momento de empezar a preparar el vehículo para las nuevas condiciones climatológicas. La seguridad vial en esta época del año se hace aún más complicada y, además de plantear un cambio de ruedas, se deben tener en cuenta una serie de recomendaciones para alejar al máximo los imprevistos.
La llegada del invierno comporta una menor luminosidad, tanto porque las condiciones climatológicas suelen ser más adversas (lluvia, nieve, granizo o niebla) como por la reducción de las horas de sol. Por ello es muy importante inspeccionar bien todos los faros, mantenerlos limpios, y en caso de que se funda uno, cambiar los dos.
Al revisar los neumáticos, es muy importante que su dibujo tenga la profundidad adecuada y que la goma no se encuentre cuarteada, lo cual propiciará un peor agarre. Si se circula por zonas muy frías, se pueden comprar unas ruedas de invierno y guardar las actuales para el verano.
Para realizar viajes interurbanos, hay que tener siempre a mano un juego de cadenas: son las únicas que permitirán circular en caso de que caiga nieve.
Se debe prestar especial atención a los frenos. Las malas condiciones climatológicas obligan a enfrentarse a situaciones comprometidas, y por eso es imprescindible que discos, pinzas o tambores estén en buenas condiciones. Hay que tener en cuenta que el frío afecta más a sus componentes y cualquier sonido extraño, como un pequeño chirrido, o el tacto demasiado blando del pedal del freno pueden ser síntomas de su deterioro.
Es ineludible comprobar el nivel de todos los líquidos, especialmente el del aceite y el anticongelante, pero sin perder de vista el del limpiaparabrisas, ya que en invierno se hará un mayor uso de él.
En definitiva, teniendo en cuenta estos breves consejos y recordando las enseñanzas aprendidas al sacarse el carnet de conducir, es posible enfrentarse al duro invierno en las mejores condiciones.